miércoles, 17 de abril de 2024

Canarias: un compromiso ético y tolerante hacia un horizonte sostenible

 



 Canarias: compromiso ético y tolerante hacia  un  horizonte sostenible


Estoy completamente de acuerdo con los planteamientos fundamentales esbozados para la Manifestación del día 20 de abril. Es crucial reflexionar sobre los problemas que afectan a Canarias. Es esencial promover el diálogo entre voces expertas que expongan los resultados de investigaciones, señalen los riesgos a los que se enfrenta el territorio y, por supuesto, analicen con criterio las consecuencias del modelo de desarrollo que se ha seguido hasta ahora ¡Claro que es una necesidad imperiosa y urgente!

Sin embargo, resulta sorprendente escuchar cómo algunas voces elavan su tono, como si este problema hubiera surgido apenas hace unos meses. Parece que, con la atención mediática y de redes o el cambio de circunstancias hayan decidido hacerse oír. Ahora bien, el problema es real y requiere atención.


 
Para atender a esta problemática, es imprescindible mantener la rigurosidad de los argumentos que presentamos, especialmente cuando se recurre a acciones ética y moralmente cuestionables para respaldarlos, como manifestarse frente al hogar de un dirigente público. Esas acciones no solo desacreditan a quienes las llevan con fervor, sino que también atentan contra uno de los aspectos más sagrados para cualquier persona: su hogar. El hogar representa nuestro refugio, un espacio que debe ser protegido por encima de cualquier circunstancia o ideología, ya que en él no se debaten cuestiones que incumben al ámbito público. Su violación no solo vulnera la privacidad, sino que también socava los pilares mismos de nuestra humanidad y dignidad ¡El hogar es inviolable!
 

Los argumentos legítimos que impulsan a aquellos de nosotros a buscar o a trabajar por un cambio en el modelo, así como una planificación que preserve nuestro patrimonio, el cual nos define como pueblo, se debaten en los espacios que la democracia nos proporciona.

 

Hemos alcanzado un punto en nuestra sociedad donde las garantías democráticas nos brindan el increíble privilegio de expresarnos con plena libertad. Es un logro que no tiene precio, uno que debemos valorar y proteger. Sin embargo, esa libertad no se limita a meras palabras; conlleva una gran responsabilidad. Debemos expresarnos con educación, ética y civismo en las acciones que decidamos promover.


Es necesario que actuemos con pasión y convicción, pero nunca podemos perder de vista que solo podemos lograr un cambio significativo desde el respeto mutuo a la diversidad de opiniones, a la escucha atenta de los otros, ya que esos otros, conforman un nosotros.


Debemos comprometernos a que nuestras acciones, y no solo nuestras palabras, contribuyan a hacer del mundo, de nuestro territorio, un lugar mejor. Es esencial que, entre la ciudadanía y las instituciones, se adopten estrategias de glocalización para traducir nuestras intenciones en acciones concretas y locales que, indiscutiblemente, repercutirán a nivel global.


Para pasar a la acción contamos con el marco incomparable que nos brinda la Agenda 2030 y sus cinco ejes: personas, planeta, prosperidad, paz y alianzas. A partir de esos pilares, entre todos, podemos trazar planes actuación con el compromiso de poner nuestro granito de arena para hacer que nuestro mundo sea más justo, más igualitario, más equitativo, más pacífico y sostenible.
Desde luego, hay un pilar que resulta fundamental para que hacer posible todo lo esbozado: la educación. Ya sea la formal, la no formal y la informal, aquella que se transmite en nuestros entornos sociales y culturales, así como la que proviene de nuestras familias, todas desempeñan un papel crucial para el avance de nuestra sociedad. La educación es el garante de nuestro progreso colectivo.


Termino esta reflexión con un fragmento de la obra Ética cosmopolita de la filósofa Adela Cortina:“En tiempos en que el emotivismo domina el espacio público desde los bulos, la posverdad, los populismos esquemáticos, las propuestas demagógicas, las apelaciones a emociones corrosivas, urge recordar que las exigencias de una justicia son morales cuando entrañan razones que se pueden explicitar y sobre las que cabe deliberar abiertamente. Y, sobre todo, que el criterio para discernir cuándo una exigencia es justa no es la intensidad del griterío en la calle o en las redes, sino que consiste en comprobar que satisface intereses universales, no solo los de un grupo, ni siquiera sólo de una mayoría. Ese es el mejor argumento, el corazón de la justicia".

 

Teresa Acosta

 

 


 


 

 




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