Hoy más que nunca
necesitamos auténticos líderes que motiven, ilusionen, aporten tranquilidad, acompañen,
transmitan de forma clara y concisa indicaciones en los campos en los que a
cada uno le compete y sean resolutivos. Ser jefe es fácil pues para ordenar no se necesita inteligencia
emocional, solo se necesita sentir que tienes el control y, muchas veces, creerte con la verdad. Ser líder es mucho más.
Necesitamos líderes en los
que se integre profesionalidad y bondad, seres sensibles, líderes con mirada
transparente para percibir las distintas
realidades, miedos, incertidumbres, sufrimientos… Líderes capaces de escuchar,
reflexionar y actuar de forma creativa en beneficio del bien común por encima de cualquier sesgo ideológico.
Especialmente, en este momento hemos de prestar atención a las personas que experimentan
mayor vulnerabilidad. Para ello es necesario salir de las torres de marfil
desde las que apenas se pueden vislumbrar las necesidades y angustias vitales
de nuestros conciudadanos.
Ser líder es jugar en
equipo, permitirse el error, avanzar, sustituir el yo por el nosotros; pero
sobre todo, es creer en el equipo y dejarlo crecer para que cada una de las personas que lo forman aporte la suma
de las capacidades individuales en
beneficio de los que hoy, más que ayer, necesitan equipos sólidos, competentes,
eficaces y humanos.
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